viernes, 24 de abril de 2009

"La Princesa y el Mago"

I
Once, I had a dream
And this is it…
Había una vez, hace muchos siglos, una princesa de nombre Mireille, que ilusionada por las tradiciones de su reino, se enamoró con un apuesto príncipe, gallardo, fuerte, valiente... En fin, con el joven ideal para cualquier sueño de joven damisela. Y él, deslumbrado por su belleza y su habilidad para tocar el arpa, se desposó con ella, uniendo entonces a ambos reinos. Durante los primeros días, la princesa y el príncipe pudieron gozar de total privacidad y quietud, hablando de cómo él podría convertirse en un mejor rey para su pueblo cuando el momento llegase. Porque debo contarles, queridos lectores y simpáticos curiosos, que en aquel reino lejano, los cuentos de hadas comenzaban a escasear gracias al abuelo del príncipe, pues por infortunios del destino, dejó de creer en ellos, y en contra de los deseos de tantos, comenzó por encerrar todos aquellos libros en un compartimento secreto del castillo... O al menos, aquél era el mito. Lo certero, era que la forma en la cual se llevaban las riendas del reino, eran bastante peculiares en comparación con las tradiciones de los otros reinos. Luego del fallecimiento del rey, el Consejo, conformado por los sabios, deliberaba sobre el heredero. Si el rey tenía más de un hijo, se escogía entre todos, inclusive las hijas también podrían gobernar. Sin embargo, si el rey poseía un único hijo, y éste no era digno del trono, el Consejo tenía la oportunidad de escoger a uno entre los suyos, pasando el hijo a tomar el lugar que el sabio dejaría en el Consejo. Es decir, se permitía un "intercambio de posición". El esposo de Mireille, el príncipe Ashton, no era hijo único, tenía un hermano mayor que formaba parte del Consejo y respondía al nombre de Aiden. Pero Aiden era un mago de nacimiento, hechicero por fascinación, sabio por gusto, por lo cual había rechazado a pronta edad la oportunidad de convertirse en rey. Ashton dependía del Consejo, su matrimonio con Mireille y el amor que le tenía, eran puntos a su favor, pues contrarrestaba la imagen que ellos se habían formado sobre él: Un descorazonado fanático de las diversiones. Y Mireille le amaba, ¿qué más se necesitaba? Cuando fue la boda, todos pudieron ver el cariño que despertaban sus ojos, las sonrisas que se despedían entre ambos, la calidez de sus abrazos constantes. No cabía duda del mutuo afecto. Desafortunadamente, sí se necesitaba más... El Consejo mandó llamar a Mireille a una audiencia; debía presentarse sola. Ashton se había negado, pues consideraba una falta a su persona cuestionar a su mujer. No obstante, Aiden insistió en que estaban en el derecho de hablar con la posible futura reina de su pueblo. Sin poder rehusarse más, Ashton y Mireille cedieron. En la mañana del día de la primera luna llena del mes más frío, la princesa entró en la sala redonda, dispuesta a responder cualquier pregunta. Sin embargo, los sabios eran severos. El único que guardaba silencio era Aiden, mas sus ojos oscuros impenetrables, su expresión fija y su semblante de rigidez, no le servían para buscar consuelo. El más anciano de los sabios, quien tampoco había dicho palabra alguna durante la audiencia, se levantó pausadamente y le dijo a la asustada princesa: -Hemos escuchado atentamente a sus respuestas, alteza. Sólo tengo una pregunta para usted: ¿Por qué ama al príncipe Ashton? No, no -interrumpió él haciendo un ademán al ver que ella estaba por responder-, no me responda ahora. Estoy consciente que otro compañero ya lo preguntó, pero necesitamos una mejor respuesta que "es el hombre de mis sueños". En dos semanas será la segunda audiencia, tiene hasta entonces para pensarlo... -Gran Sabio... -intervino Aiden- Permítame recordarle que durante la siguiente semana, el príncipe estará fuera del reino por asuntos que a todos nos conciernen. ¿No cree que es injusto dar tan corto plazo para pensamientos tan importantes? Todos guardaron silencio. El Gran Sabio meditó unos instantes sin quitar la vista de Mireille. -Tres semanas. -después salió seguido de todos los demás.
II
All my life out of my hands
I always give eternal love another chance
Mireille no conseguía respirar tranquila. Durante dos horas dio vueltas en el castillo, preocupada por cuál respuesta habría de dar. Fue sincera al responder, mas los sabios no habían quedado satisfechos, a juzgar por sus muecas de inconformidad y desconfianza. Al atardecer, cayó rendida en su cama con lágrimas en los ojos por la desesperación. Cerca de la media noche, durante un minuto de sosiego, sintió a Ashton recostarse en la cama. Le murmuró un "amor mío" pero él no dijo nada, sólo hundió su cabeza en la almohada y se quedó dormido. Mireille repitió la expresión sin éxito. Decepcionada, se levantó de la cama, se cubrió con la bata de dormir, tomó una linterna y salió a deambular por los pasillos. Mientras andaba, le pareció ver un rayo de luz escapando de la puerta más alta de la torre oeste; temerosa de que se tratase de algún intruso, pensó en ir en busca de ayuda. Por otro lado, tal era su tristeza por el desdén, que no pudo evitar formular la idea de que si algo le ocurriese, su adorado príncipe se sentiría más "liviano". Tragó saliva e inició el ascenso por la escalera... De pronto, una sombra se asomó por la rendija de la puerta, lo cual hizo a Mireille lanzar un grito. Dio media vuelta para bajar corriendo pero la sombra la tomó por la cintura y tapándole la boca, la introdujo en la habitación. Ella pataleó y lanzó golpes al aire sin lograr liberarse. Entonces fue lanzada a una cama bocabajo. Tenía mucho miedo, el llanto brotaba de sus ojos cual ríos... Un cuerpo de hombre estaba sobre su espalda, aprisionándola por completo. Cuando estaba al borde del desmayo, con sus fuerzas casi extintas, sintió el aliento del hombre en la oreja: -Princesa, tranquila... No es mi intención herirle... Cálmese, por favor... -¡Suélteme! ¡Déjeme ir! ¡No le diré a nadie! -¡Escúcheme! ¡No-no quiero...! -Mireille no dejaba de moverse- ¡Basta! ¡Argh! ¡Soy Aiden! Mireille se quedó quieta. Lentamente, el mago la soltó incorporándola con cautela para no lastimarla. Cuando ambos estaban ya de pie, Aiden prendió las velas de la alcoba con un movimiento de su mano izquierda; luego pasó su mano derecha cerca de los ojos de Mireille y secó sus lágrimas. -¿Qué hace aquí? -le preguntó invitándola a sentarse mientras él se recargaba en la ventana. -Vi una luz -confesó ella-, me asusté... No tenía por qué ser rudo conmigo... -Nadie nunca entra aquí, menos en una noche como ésta. Estaba por salir cuando escuché pasos... ¿No debería estar durmiendo con mi hermano? Ambos tuvieron un día fuerte. -¿Le pasó algo? -¿No se lo dijo? El Consejo ha decidido posponer la determinación sobre la sucesión del trono de mi padre. No están convencidos de que el príncipe sea lo mejor para nuestro reino... -¿Usted sí? Aiden se hincó de hombros. -Mi padre quería que yo fuera el rey... Por ello recibí toda la instrucción de cómo gobernar desde niño. Por sus enseñanzas, sé que un buen regidor debe seguir algo más que el instinto y el corazón para conducir a su pueblo por buenos caminos... Ashton no ha sabido conducir su propia vida, cómo podría gobernar un reino... -Es un buen hombre... valiente, sincero... -¿Te lo ha probado? -Mireille lo miró enojada- Durante toda la audiencia dijiste todo lo que una princesa debe decir en favor a su "amado" príncipe... Por ello el Gran Sabio te preguntó por qué lo amabas... ¿Tienes ya una respuesta?
-¿Debe haberla? ¿Debe saberse por qué se ama a una persona?
-Sí en tu caso... No lo conocías cuando llegó a ti con la propuesta en la boca y la mano en la de tu padre. ¿Ganó tu corazón?
-Sí.
-¿Cómo?
-No pretendo mostrar tanta franqueza con usted... A sus preguntas puedo elegir no contestar, no estoy en la audiencia... ¿o sí?
-Veo que le irritó que la tuteara, majestad... Mi error, prometo no volver a cometerlo. Aún así me permito darle una lección: Los cuentos de hadas, de dragones y damas en peligro... ya no existen en este mundo... Nada vale construir castillos en el cielo mejores que los de la tierra.
Si había algo que Mireille no permitía de nadie, era el pretender cambiar su propia ideología. Se acercó al mago desafiante hasta casi rozar nariz con nariz, y le dijo:
-Si existen los magos y las brujas... ¿por qué no habrían de existir las hadas y las princesas? ¿Por qué no vivir historias de amor y fantasía en la realidad? ¿Acaso fue tan grande... tu decepción? ¿Por qué censurarnos a todos las maravillas y delicias de la magia más poderosa del mundo? ¿Por qué destruir los castillos del cielo cuando pueden ser más firmes que los castillos de arena? Seré joven, y tal vez no tenga todas las respuestas a los sentimientos de mi corazón... Pero si alguien me conoce es precisamente, mi corazón... Él sabe lo que es mejor para mí, aún cuando nadie más lo entienda.
-Estás en riesgo de sufrir grandes agonías, princesa... No necesito ser mago para augurarlo...
-¿Es una amenaza?
-No mía, sino de tu propio pensamiento.
-Te prometo, bajo esta luna llena, que te probaré cómo el corazón, aunque sea ciego y no sepa de reglas ni prejuicios, siempre juega a favor nuestro cuando se le da la oportunidad. Buena luna, mago Aiden.
III
Tocar el fuego sin preguntarte
Si la llama puede quemarte
Durante la semana que Ashton estuvo fuera, Mireille y Aiden conversaron bastantes horas. No era sorpresa para nadie, a decir verdad era un alivio. Aiden solía pasar días enteros en su alcoba sin probar alimento y sin que nadie lo viese, hasta antes de la compañía de la princesa; por otra parte, Mireille ya no vagaba sin rumbo fijo por los pasillos. Cuando necesitaba estar sola, pasaba un tiempo caminando por los límites del bosque que circundaba el castillo, con la mirada perdida y el semblante lleno de mil y un emociones, a veces alegres, mas siempre con un velo de tristeza.
No era para menos. La mañana posterior a la audiencia, Ashton no le dirigió palabra alguna antes de partir; simplemente le rozó los dedos de la mano que casi no tocó. Ella lloró toda la mañana, justificando el desprecio de su adorado esposo. El Consejo no había cesado de preguntarle por qué aceptó a un desconocido como esposo. Mireille no entendía bien el fundamento a una pregunta tal... En todos los reinos había sido así... ¿Por qué en el único lugar en el que ella había deseado con estar, las cosas eran diferentes?
-No puedo contarte el origen del cambio de gobierno -confesó Aiden cuando ella refirió al tema-... Es historia de mi familia, sólo los miembros de sangre escuchan esa historia. Sigo sin entender por qué prefieres el modo tan absurdo de tu reino... de tu mundo... al mío.
-Por la misma razón que tú no prefieres vivir en el mío -replicó ella tranquila-. ¿Dónde guardan ustedes las historias?
Aiden la miró fijamente. Le causaba gracia que tras ese rostro de ojos miel, mejillas sonrosadas, y cabello castaño claro peinado con algunas florecillas (típico de una princesa de cuentos), hubiera tanta insistencia. -Es un cuarto al cual sólo un hombre en todo el reino tiene acceso. Para que puedas entrar, debes darle algo que él te pida, algo valioso para ti.
-¿Quién es?
-Yo. -sonrió él. Por primera vez Mireille lo vio divertido.
-¿Qué tengo que dar? -Aiden dirigió una mirada al horizonte, donde el sol comenzaba a ponerse.
Cuando concluyó el atardecer, le dijo:
-No estoy seguro de qué es lo más valioso para ti, si te comprometes a darme lo que te pida a cambio de entrar en la Cámara del Pasado cuando te lo pida...
-Lo prometo.
-¿Darías lo que fuera?
-Hay ciertos límites -sonrió ella-, pero sí, daría casi cualquier cosa.
-¿Cuáles límites?
-Ja, ja, básicamente... Mmm... Algo que comprometiera mi matrimonio... o mi honra y quien soy.
-¡Ja, ja! Jamás te pediría algo que te hiciera un daño... ¿Cuándo quieres adentrarte en nuestro mundo?

Aquella misma noche, a tres días del retorno de Ashton, Mireille siguió a Aiden al bosque a pie. Anduvieron con cautela, pues nadie debía saber de ellos. Según la regla, sólo uno podía visitar la Cámara del Pasado cada año; por tal motivo, caminaron sin luz alguna más que de la luna velada, hasta llegar a un viejo olmo que se alzaba majestuoso en el centro del bosque. Una vez ahí, Aiden pronunció unas palabras en una lengua que Mireille jamás había escuchado, y dos raíces gruesas se alzaron y se unieron en lo alto, formando un arco con una puerta. El mago y la princesa se adentraron en el árbol desapareciendo por una escalinata de piedra bastante angosta. Una vez que la puerta había desaparecido tras ellos, Aiden movió la palma izquierda y las antorchas a lo largo del corredor se prendieron en el acto. Unos pasos más adelante se veía una reja negra tras la cual, todo era obscuridad.
-Jura que los secretos aquí encontrados, no los habrá de pronunciar tu boca jamás. -pidió Aiden.
-Lo juro.
Entonces él alzó ambas manos sobre la frente de ella, y al irlas descendiendo, recitó un cántico en un tono casi inaudible. Finalmente, detuvo las yemas en sus labios, los cuales temblaron al sentirlas frías.
-Cierra tus ojos... -murmuró él tragando saliva. Ella obedeció tratando de permanecer tranquila, mas su garganta de pronto tenía un hueco que su cuerpo le pedía llenar. Era la primera vez que un mago le lanzaba un conjuro... ¿Así se sentía?
Aiden exhaló con profundidad. Aún cuando Mireille no lo estuviera viendo, podía sentirla en su interior. Era aquella la primera vez que permitía la entrada a alguien a la Cámara, era aquella la primera ocasión en la que había aplicado el hechizo para asegurarse de que quien entrara, no diría palabra alguna de lo que vería y leería. ¿Acaso aquella sensación de no poder respirar era parte de aquel conjuro? ¿Una forma de obligar al mago a replantearse sobre a quién dejaba entrar?
Cuando sintió que el conjuro estaba completo, despegó sus dedos rápidamente cual si se hubiera quemado con la llama de una vela, abrió la reja y cedió el paso a Mireille. Ella quedó maravillada con la cantidad de libros de todo tipo que ante sus ojos la seducían con el misterio de sus contenidos. Durante la siguiente hora se entretuvo tomando tomos de distintas pastas y encuadernados, fascinada por el cuidado en cada página, en cada imagen. Fue entonces cuando leyó que la abuela de Ashton y Aiden se sacrificó en nombre del reino. Resultó que en aquél entonces, cuando los dragones de los cielos eran más que las aves, atacaban el reino debido a la soberbia de su rey, pues él se había burlado en bastantes ocasiones, sobre estos seres, argumentando que un hombre suyo podría matar diez de ellos si se lo propusiera. En castigo, los dragones quisieron provocar escarmientos atacando los arados y los cultivos, pero el rey malinterpretó y ordenó "la defensa" de su pueblo. La guerra fue tal, que la reina, siendo hechicera, se vio en la obligación de hacer un conjuro tan poderoso, que mantuviera a los dragones lejos de todos los reinos, encerrándolos en cuentos. Fue tanto el poder que debió usar, que su vida se consumió en dos noches...
Para mantener la voluntad de su mujer, la seguridad de su reino, y vengarse de los dragones, el rey ordenó encerrar todos los libros fantásticos e históricos (pues los dragones eran mencionados) en la Cámara del Pasado, bajo la custodia de un mago capaz de aplicar el hechizo del silencio. Sacar un libro de su prisión era penado con la muerte, pues liberar a un dragón (lo cual se lograba pronunciando su nombre a los primeros rayos del sol) era un delito contra la vida.
-Tu abuelo tuvo la culpa... -murmuró Mireille de pronto, sentada a la mesa de lectura.
-Lo sabemos -respondió Aiden dando vueltas detrás de ella-... También por eso este libro se mantiene aquí. El reinado de mi familia se vendría abajo.
>>¿Quieres ver algo más? Es tarde, si alguien te busca y no te encuentra, dará la alarma en el pueblo.
-Sólo Asht... -Mireille se mordió la lengua. Se preguntaba si él la extrañaría tanto como ella a él.
Aiden se inclinó hacia ella.
-¿Por qué te culpas? ¿Qué sucede?
-Por mi culpa no podrá ser rey... Debe estar furioso conmigo...
-No contigo. Con el Consejo sí, conmigo y con él mismo... Tal vez piensa que debió... bueno... pensar, antes de pedirte en matrimonio.
Mireille bajó la cara al sentir las lágrimas asomarse en sus ojos. Aiden se dio cuenta de que había sido demasiado sincero en el momento más inadecuado. Se sentó y tomó buscó su mirada.
-¿Por qué lo amas? La verdad, princesa...
-Porque... porque se supone que debía entregarle mi corazón a mi príncipe... Eso hice... ¿Pero qué hago si él no lo quiere ya?
En lugar de pasar su mano derecha como la ocasión anterior, Aiden tocó sus lágrimas para desvanecerlas. Mireille lo observó con atención por vez primera. Su cabello negro caía enmarcando su mentón y cuello, su rostro poseía más firmeza que el de Ashton, y sus ojos...
-Tienes un ojo verde y otro azul... -susurró.
-Herencia por parte de la abuela. Fue lo único, a decir verdad...
Ella sonrió y se alejó un poco. Aiden se reclinó hacia atrás cerrando los ojos, tratando de no pensar en nada. Mireille supuso que el recuerdo de su abuela le dolía, por lo cual quiso reanimarlo.
-Desacuerdo contigo... Te heredó algo más...
-¿Qué? -preguntó él sin abrir los ojos. Mireille se colocó detrás de Aiden, le tomó del rostro con las yemas de los dedos y le dio un beso inocente en la frente. Cuando él abrió los ojos estupefacto, ella le sonrió con sincero cariño.
-Un corazón.
IV
Knock on the door
And scream that is soon ending
Al día siguiente, cuando Mireille fue en busca de la compañía de Aiden, se encontró con una nota pegada en la puerta de la torre: "Su alteza. Perdone mi ausencia, he sido llamado de emergencia al extranjero... Saludos a mi hermano. Aiden, Mago de la Primera Orden, Concejal."

Mireille se entristeció. Sentía deseos de verlo, soñó con él... mas no estaba segura del por qué. Recordaba haber entrado bajo el árbol, atravesado la reja... Pero nada más. Lo siguiente es el ascenso por la estrecha escalinata hacia el exterior, el retorno al castillo y la repentina seriedad de su amigo, pues sólo ella habló hasta que él la dejó en la puerta de su alcoba. ¿Habría cometido alguna imprudencia? Necesitaba aclarar la situación, y él había partido... Al igual que su adorado príncipe. Decepcionada, arrancó la nota y salió a pasear y despejarse.
Una y otra vez la pregunta que le hiciera el Gran Sabio, se repetía en su cabeza, a veces con su voz, a veces con la propia: ¿Por qué lo amas? Al parecer en aquel reino no se concebía la idea de amar a alguien con tan sólo saber que era lo esperado, se requería de un motivo mayor. Aiden no comprendía cómo Mireille le había entregado su corazón a un perfecto extraño, pero ella estaba segura de que no había sido su decisión, sino la del Destino. Inclusive, la princesa sentía cierta compasión por el Consejo, por ser infeliz al no ser capaz de saberlo todo.

Ashton volvió con los primeros rayos del sol. Todo su pueblo lo recibió con ovaciones y vítores, aplausos y música, alegría y lealtad. Siendo así, ¿por qué un velo sombrío cubría su rostro? ¿O era sólo ante la presencia de su esposa? ¿Por qué el silencio? ¿Habrá ocurrido alguna desgracia? Mireille lo observaba ir y venir por la alcoba guardando sus pertenencias. Cuando le hizo preguntas, él no respondió, ni su lengua se vio tentada a corresponder los "te extrañé mucho, amado mío" o "duerme, mi cielo". Ahston tomó su capa y abandonó la habitación sin hablar.
Horas en vela, hasta que Mireille no pudo más y cayó dormida, con los ojos llorosos y un hueco en el estómago. Qué había hecho mal... qué ocurrió, en qué momento... Sin saber qué más hacer, a quién recurrir, salió al bosque. Anduvo sin rumbo fijo, preguntando a un ente invisible por qué su sueño fluía cual agua entre sus dedos. Debía impedirlo, pero cómo...
-¿Princesa? -murmuró una voz desde su espalda.
-Aiden -exclamó ella secándose los ojos-... Has vuelto. Benditas las estrellas... -se aferró a las mangas de su túnica negra con suavidad. Él trataba de verle la cara mas ella miraba a otros lados, nunca a su rostro.
-Necesito tu ayuda, mago Aiden... -y así, le relató la actitud de su esposo, al igual que sus propios temores.
Aiden sintió compasión por la joven, coraje con su hermano. Para aliviar su pena, le dio a Mireille la pócima de la Verdad, la cual debía colocarla destapada durante un cuarto de hora en una habitación cuyas puertas y ventanas permanecieran completamente cerradas. La fragancia en el aire haría a quienes estuviesen cerca, expresarse con total sinceridad. El efecto sólo duraba un cuarto de hora, después el frasquito debía cellarse inmediatamente para poder funcionar luego de un lapso de dos lunas.

A la noche siguiente, cuando Ashton entró en la alcoba y cerró la puerta tras de sí, Mireille colocó cuidadosamente el frasquito junto a la pata de la cama, para que su esposo no la viera. "Por nosotros", pensó, y retiró el tapón. En el acto un aroma amargo se esparció por el ambiente. Era el momento.
-Mi amor... -inició ella con voz temblorosa, no podía mantenerla serena- ¿Te ocurre algo?
Ashton apretó las manos en puño y golpeó el dosel de la cama, cerca de donde Mireille estaba sentada. Ella gritó.
-¡Debiste responder correctamente! -exclamó él- ¡Eres una princesa! ¡Sabes lo que tenías que decir! ¡¿Qué no sabes nada?! ¡Qué no sabes nada! ¡Eh! -golpeó una y otra vez el dosel y la cabecera. Agarró a Mireille de ambos brazos, la levantó de un jalón y la pegó al marco de la ventana.
-¡Cállate! ¡Deja de gritar! ¡Cállate! ¡Pensé que era perfecta, me hiciste creer que eras perfecta! ¡Maldigo el día que te vi! ¡Maldigo tener que compartir el resto de mis días contigo! Yo iba a casarme con otra princesa, ¿lo sabías? Es fea, pero seguramente es ¡mejor que tú! ¡Te maldigo, Mireille, te maldigo! -la lanzó al piso con asco. Mireille se hizo un ovillo por el miedo, la tristeza, el dolor.
-Los príncipes no hieren -murmuraba a sí misma-, los príncipes no hieren, los príncipes no hieren, los príncipes no hieren...
-¿Qué? -preguntó él burlón- ¿Crees que no sé herir? ¡¿Crees que soy tan inútil como para no poder herirte?! ¡EH! Te lo probaré... -Mireille gateó alejándose de él pero Ashton la tomó del tobillo, la arrastró hacia él y pateó sus piernas- ¿Así está bien? ¿Aún no me crees? ¿Eh? ¿Qué tal así? ¡¿Qué tal así?!
-¡DETENTE! -exclamó una voz en trueno desde el umbral de la puerta. En ese instante Ashton fue lanzado hacia el otro extremo de la habitación. Aiden corrió a socorrer a Mireille, la cargó, tomó el frasco con la pócima y salió por la ventana volando con la princesa aferrándose a su cuello.
Aterrizó a los pies del viejo olmo y se adentró en la Cámara del Pasado.
V
For a memory of one kind word
She would stay among the beast
La voz melódica de Aiden era sobrecogedora, sus brazos cálidos la balanceaban suavemente adelante y hacia atrás con la delicadeza que alguien tomaría si se tratase de una rosa de cristal. Poco a poco, el miedo fue cesando, mas la tristeza seguía ahí, apretujando su pecho y garganta con constante fuerza. La oscuridad de la Cámara del Pasado y el silencio acompañado por el murmullo de la canción del mago, le daban seguridad, conforte... Un trocito de alivio.
-Perdóname -dijo de pronto Aiden-... No sabía que llegaría tan lejos. Mi presentimiento llegó muy tarde, pude evitarlo...
-¿Seguro -interrumpió ella-... que era la pócima correcta?
-Sí... ¿No crees que él pudiera hacer eso? -Mireille se mordió el labio- Espera... ¿crees que hice esto? ¿Que le di algo para que te hiciera daño? Increíble... -se levantó del piso enojado.
-¿Quieres ser rey? -Mireille se levantó con la mirada perdida.
-No. Me enseñaron a ser rey, pero nunca lo quise.
-¿Por qué?
-Porque soy un mago, los magos no debemos ser reyes, entre más poder, más ambición... Ésta es la pócima de la Verdad -sacó el frasquito-, ¿o sentiste que mentías mientras estuviste con él?
-Nunca miento.
Aiden recordó con quién estaba hablando. Cómo hacerle entender que su hermano no era el príncipe que ella había soñado, quería que aceptara la verdad... Lo que fuera, con tal de no verla llorar de nuevo.
-¿Qué quieres, princesa?
-Que me ame como antes... ¿Puedes hacerlo? ¿Que vuelva a amarme?
-No supliques, por favor... Existe algo que tal vez te ayude. Unta tus labios con esto -Aiden apareció en la mesa un ungüento blanco- al medio día. Cuando le digas su nombre, y cuánto lo amas, los sentimientos que mi hermano tenía por ti cuando te conoció regresarán, te los hará saber. Sólo... prométeme que no desconfiarás de mí otra vez.
Mireille sonrió apenada. Se había propasado, Aiden no había sido otra cosa sino cortés y leal a ella, los resultados por eran su culpa. Tomó sus manos y le dio su palabra.
Al día siguiente, Ashton le regaló flores a Mireille, disculpándose por su terrible comportamiento la noche anterior.
-¿A dónde te llevó Aiden? -preguntó ya más tranquilo por verse libre de culpa.
-Al bosque... Caminamos un rato...
-¿Te gusta el bosque? Porque -la rodeó con sus brazos sonriendo- te tengo una propuesta... Tú y yo, esta noche, solos, en el bosque... ¿Te agrada?
-Me sorprende...
-Mireille... En verdad, no sé por qué me comporté así anoche, déjame enmendártelo... Vamos al bosque... Será un momento que ni el tiempo ni su polvo podrán borrar. ¿Sí? -la besó con suavidad; Mireille se arrepintió de no estar usando el ungüento por un segundo, mas el gesto de su esposo la hizo pensar que no necesitaría la ayuda del mago para solucionar la situación. Para la ocasión, Mireille vestía un sedoso vestido blanco que le enmarcaba su figura de ninfa. Su cabello castaño caía en ondas alrededor de sus hombros, sirviendo como una pequeña capa a su espalda, y sus ojos azules resplandecían de alegría y esperanza infinita. Se había perfumado con el agua de rosa blanca que su madre le había regalado el día de su boda, con la leyenda de que el hombre merecedor de su corazón, notaría la diferencia con el agua de rosas común. Como era un frasco pequeño, Mireille decidió reservarlo para ocasiones especiales.
Salía de la habitación cuando se topó con un saquito negro que flotaba a la altura de sus ojos. Mireille miró a ambos lados del corredor pero no había nadie; a decir verdad, no necesitaba ver un rostro para saber quién era el remitente. Lo cogió y quitó el cordón que lo cerraba. Era un collar, el más hermoso que Mireille hubiera visto antes. Se trataba de un rubí tallado con la forma de una rosa del tamaño de una nuez. A la luz de las antorchas, la rosa brillaba enigmática, seductora. Mireille se la colgó al cuello y fue a mirarse de nuevo en su espejo. Le parecía tan mágica... se sentía segura, los nervios a arruinar aquella velada con Ashton desaparecieron. El mago Aiden estaría con ella para salvarla.
VI
You suck out my will to live
You gave me the crown and kill
Andaron por el bosque tomados del brazo, sin hablar. El frío era húmedo y fuerte, pero a Mireille no le importaba, por el contrario, le daba otro motivo para aferrarse al brazo de su esposo. De pronto, se detuvieron. Ashton la miró con el rostro inexpresivo y le dijo:
-Lo siento.
Entonces se desprendió rápidamente de ella tirándola en el césped y se alejó unos pasos corriendo. Mireille se lastimó el tobillo al caer, por lo cual no podía pararse y seguirle. Escuchó unos pasos aproximarse. Junto a Ashton, apareció entre los árboles una sombra encapuchada con un alto bastón cuya punta terminaba en flecha. Extendió los brazos a los costados y empezó a hablar en una lengua que Mireille no comprendía con voz estruendosa. De repente, Mireille comenzó a retorcerse por un dolor que le quemaba el corazón. Se sentía arder, creyó que ardía en una hoguera... Y entonces, todo se apagó, la oscuridad tomó posesión de ella, y el dolor la dejó...

La noche fue un tormento, algo extraño para un mago como Aiden. Estuvo dando vueltas en su habitación hasta que la ansiedad y el temor lograron dominar su cuerpo. Salió corriendo del castillo, buscando algún rastro de su hermano o la princesa. Debían estar lejos, estuvo al pendiente del bosque para ver si los veía regresar, pero tras tres horas, ni una señal de ellos.
Más allá de los límites del castillo, vislumbró a un hombre que le resultaba familiar a pesar de sus movimientos torpes y portar una capa. El hombre se agachaba y se volvía a incorporar repetidamente, tal vez con indecisión.
Era Ashton. Se sobresaltó cuando escuchó la voz de su hermano llamándolo. Aiden se acercó preguntándole por Mireille.
-Se fue -murmuró Ashton comenzando a alejarse rumbo al castillo-... se fue lejos... Es lo mejor... No la hacía feliz... Se fue... se-se fue... -y Ashton partió. Aiden lo dejó irse contrariado al ver a su hermano tan inseguro y temeroso. Por otro lado, conocía a Mireille, ella no dejaría a su esposo bajo ninguna circunstancia... O tal vez el mismo Ashton se lo había pedido, tal vez le prometió ir a buscarla tan pronto se resolviera la situación de la sucesión del trono.
No... A Ashton no le convenía perder a su esposa a tan pocos días de la segunda audiencia, además él no era de las personas que aceptan sus errores, se disculpan y todo vuelve a estar bien. Ashton era rencoroso. Dentro de sus cavilaciones, se coló un sonido extraño... Aiden se puso en guardia, atento, expectante. Era... ¿una hoja suelta? No, el movimiento era demasiado firme para ser causado por el viento. Un... un aleteo... sí, tenía que serlo. Agudizó el oído, bajó la vista. Entonces lo vio: Iluminado por un rayo de luna se encontraba un parajillo, aleteando desesperado en el césped. Aiden respiró hondo, sonrió de tranquilidad y se acercó a él. Temiendo asustarlo, colocó ambas manos cerca para que si él quería, se acercase, además de que se asegurara de que no corría peligro alguno. Lo llamó con dulzura trantado de calmarlo. El ave no lograba pararse, estaba de espaldas y movía las alas y el pico desorientado. Aiden tuvo mucho cuidado al tomarlo entre sus manos, dejando la cabecita fuera. Lo colocó a la altura de sus ojos, prometiéndole que no le haría daño y que lo cuidaría hasta que pudiera volar de nuevo. El ave se calmó y se acurrucó en las cálidas manos del mago, mientras la esperanza obligaba al mago a mirar hacia el bosque en busca de la princesa.
VII
Cuenta la historia
Que un mago un día
En un bosque encantado lloró
Llegó el día de la segunda audiencia. Mireille no aparecía, el Consejo ya comenzaba a dudar del príncipe Ashton, mas él se mostraba aturdido, acongojado... y mudo. Luego de su encuentro en el bosque con Aiden, el príncipe no había pronunciado palabra alguna a nadie. De hecho, se había rehusado a salir de su alcoba. Todos lo atribuían a la partida de la descorazonada princesa que le había abandonado cuando él más la necesitaba. El único receloso contra tal idea, era Aiden.
El mago había buscado a la princesa por cielo, mar y tierra sin éxito alguno. Nadie de los pueblos y otros reinos sabía qué había sido de ella. Su angustia se transformó en desesperación antes de volverse resignación. Se reprochaba por haberse permitido la costumbre de gozar de compañía. Conocía la soledad, fue su compañera durante años, mas ahora debería "reconciliarse" con ella. Su nuevo amigo, el ruiseñor que encontró aquella noche, se convirtió en una pequeña alegría, un motivo para despertar ilusionado de servir a alguien, de ser de utilidad. El ave tenía lastimada una pata cuando él la encontró, la cual curó a la mañana siguiente con sólo rozar sus dedos, pero lo más intrigante, era que a pesar de estar curada, no podía volar. Aiden encontró divertida tal característica, por lo cual trataba de enseñarle apareciendo aves de luz yendo de un lado para otro. El ruiseñor parecía admirado, mas no movía ni una pluma.
-Conozco a una mujer que le gustaría volar pero no puede -le decía acariciando su cabecita con el pulgar-, y tú no quieres... Le encantará conocerte, amiguito, es... -y entonces callaba. La extrañaba, su voz, sus sonrisas... Aiden ansiaba volver a verla tocar a su puerta, dispuesta a ponerlo a prueba sobre cualquier tema.
Pero aquella noche, tras dos semanas de su desaparición, su tristeza estuvo por desbordarse en gritos y golpes. Frustrado al no tener el valor de destrozar cuanto objeto tuviese enfrente, furioso por su impotencia, harto de sí mismo por carecer del valor y la malicia para encarar a Ashton con la poción de la verdad, se dejó caer en el suelo, comenzó a llorar.
-Lo prometiste -repetía-... lo prometiste... lo... -de repente, la escena de su hermano en el bosque, nervioso, viendo hacia el césped. No había regresado a ese lugar. Se levantó, caminó hacia la jaula de oro donde el ruiseñor lo miraba expectante, y con las manos húmedas por las lágrimas que se había secado, lo acarició. El ave cerró los ojos complacida, acto que a Aiden le extrañó sobremanera. La sacó de la jaula. Al tomarla con ambas manos, la sintió vibrar... Emitió un brillo intenso que llenó la habitación. Aiden fue lanzado hacia atrás por una corriente de viento, cayendo inconsciente contra la puerta.
VIII
Talk to me
Show some pity
You'd touch me in many, many ways
But I'm shy, can't you see?
Rosas... olía a rosas... rosas blancas, puras, suaves... Un cálido cosquilleo en su frente lo despertó, sentía su cabello caer hacia... ¿una almohada? Abrió los ojos y se sentó rápidamente.
-¡Tranquilo! Soy yo...
Aiden estaba sin habla pero mantenía la boca abierta. Temía que cualquier palabra le arrebatase la dulce visión frente a sus ojos. Ahí estaba ella, sentada a su lado con su vestido blanco y su cabello cayendo sobre su espalda, portando a la luna en sus labios y a las estrellas bajo sus cejas.
-¿No vas a saludarme? -preguntó ella. Su voz no era la misma... era más melódica de lo que era antes. Ella extendió su mano y acarició su mentón.
-Me salvaste... dos veces -siguió ella-... ¡Gracias! -lo besó en la mejilla y lo abrazó. Aiden se aferró a su cuerpo por vez primera, sintiendo cada área de su torso, cada forma de su silueta. No sabía qué decir, olvidó cómo hablar, cómo unir sílabas y palabras.
-Tenía mucho miedo, Aiden -murmuró ella a su oído-, temía... Gracias por protegerme.
-¿C-cómo...? -preguntó él buscando respuesta en sus ojos- ¿Dos veces? ¿Cuándo? ¿Qué...?
-Sh -Mireille puso sus dedos en sus labios-... te explico. La primera vez con este collar -señaló la rosa escarlata-, la segunda, hace un instante. Cuando salí con Ashton, había un hombre vestido de negro, un hechicero o brujo, no estoy segura, y trató de... de matarme... Aiden... sentí el fuego arder desde mis entrañas, era tanto el miedo que me rendí. Pero de pronto, no sentí dolor... Pensé que había muerto ya, mas abrí los ojos, y aunque casi no podía ver en la penumbra, sabía que esos dos hombres seguían cerca. El brujo no pudo matarme porque yo contaba con cierta protección, un conjuro tal vez; imaginé que se trataría de tu rosa porque no recordaba haber sido encantada por ti o por nadie, y tú me explicaste que...
-Que para resguardar a alguien contra cualquier peligro, debe darse un amuleto mágico.
-Exacto, pero no les dije, por temor a que me lo quitaran. Ashton estaba desesperado, así que... El brujo me transformó en un ave, y como yo estaba herida del tobillo, pues... Bueno, él le dijo a Ashton que si cambiaba de parecer, la única manera de lograrlo era llorar lágrimas de amor y culpa... sinceras lágrimas... El brujo desapareció, yo no sabía moverme, gritaba y gritaba, pero sólo emitía chillidos. Ashton se desesperó; me dijo que me necesitaba lejos... Sabía que me habías llevado a la Cámara del Pasado, temía que yo reviviera a los dragones antes que él...
-¿Que quiere hacer qué?
-Era el trato con el brujo. Él me desaparecía si Ashton le permitía la entrada a la Cámara.
-Pero sólo yo puedo hacerlo.
-Eso mismo le dijo el brujo... Ashton dijo que conocía el conjuro, una vez te siguió cuando iniciabas tu entrenamiento. Lo recordaba. Y no quería que yo me adelantara, sabía que no podría traicionarte aunque él me lo rogase. Lo que él ignora es que no recuerdo los nombres de los dragones, por lo tanto no podría revivirlos si fuese mi intención.
-¿Por qué no me traicionarías? Le debes lealtad a tu amado... -Mireille se mordió los labios y bajó la cabeza.
-Precisamente por eso -Aiden arqueó la ceja-... Sólo que no me había dando cuenta de quién merece mi lealtad... Es increíble lo que una puede ver cuando es pequeña, sin ser capaz de volar... No me estoy equivocando, ¿verdad? -la princesa levantó los ojos nerviosa.
Al mago no le importó si malinterpretaba aquellas palabras, gritó de alegría y la alzó en el aire. Cuando ella estuvo cerca de sus labios, él se asustó pues nunca había besado a nadie, así que trató de posponer el momento diciendo:
-Hueles a rosas blancas...
Contrario a lo esperado por él, Mireille sonrió de hito en hito y lo besó, suave y puro...
Aún cuando sabían que contaban con un año antes de que Ashton cumpliese su pacto al brujo, Aiden entró a la Cámara para sacar los libros y llevárselos lejos; mientras tanto, Mireille llenaba el lugar con hojarasca y ramas secas. Cuando hubieron terminado, prendieron fuego a la Cámara del Pasado y huyeron a las Montañas Blancas. Ocultaron los libros en una cueva bajo el agua del Río de la Luna, y Aiden lanzó un hechizo en esas aguas: Únicamente aquél puro de corazón y sin maldad, se adentraría en sus aguas y liberaría a las bestias.
Después, Aiden y Mireille partieron hacia el horizonte, en busca del lugar apropiado para su nuevo sueño: Un hijo...
-Amor mío -preguntó Mireille mientras recibía las caricias de su hombre bajo las sábanas-, cuando era un ruiseñor, la noche que me liberaste... Dijiste "lo prometiste"... ¿Qué querías decir con ello?
Aiden sonrió, la besó largo rato y respondió:
-Prometiste que me enseñarías que el corazón, a pesar de ser ciego y no saber de prejuicios, podía actuar en nuestro favor si le dábamos la oportunidad...
-¿Lo cumplí?
-Lo cumpliste... Princesa... Este mago te ama... Le has dado un corazón, y él te lo entregas... ¿Serás feliz amando sólo a un hechicero?
-Soy feliz amándote... No me importa lo que seas... Y la princesa, debiendo amar al príncipe, ama, y siempre amará a su mago.
FIN

martes, 21 de abril de 2009

Un trozo de Diario :p

"Mar de mi pasado
Tierra de mis rumores,
Aliénteme en mi enmienda,
Despierten mis dormidas pasiones"
Recientemente pude visitar la ciudad donde viví mis primeros cuatro años de edad, mis primeros años de inocencia... No puedo decir que extraño la ciudad, pero afirmo que es un lugar en el que me gustaría algún día vivir...
Boa Noite!

El Valle de la Sal, La Rumorosa y La Bufadora, Ensenada, Baja California