viernes, 2 de abril de 2010

"Juliet"

He aquí un cuentito que escribí durante mi viaje de dos días (menos de dos días) a Álamos, Sonora. Después añadiré una breve entrada de lo que fue el viaje en sí... ¿Cómo se me ocurrió el cuento? Un poco por cuestiones personales, un poco por historias que he escuchado de amigas mías, cercanas y queridas, que están viviendo o acaban de vivir algo similar a ciertas situaciones que en mi vida se han estado repitiendo desde que tengo memoria.
Si tienes algo que decir, lo que sea, coméntamelo :)

Jülìêt:
... la ve resquebrajarse, la escucha derrumbarse, y aún sabiendo que es él quien puede pausar la escena, deja la cinta correr...

"Romeo y Julieta" es tragedia por la idea del amor destinado a ser prohibido e imposible. Ni siquiera se pusieron de acuerdo para algo tan obligado como morir. Raro el humor de Shakespeare...
¿Cuál fue el problema? ¿La inmadurez? ¿La juventud? ¿Ambas? Las dos corren por un mismo camino, pero cada una a su propio paso. ¿Qué edad tenía Romeo? ¿15 pubertos años? Y recuerdo que cuando leí la obra solté un "qué" de incredulidad al saber que la heroína de las enamoradas estaba a dos años de su primera quincena -en su caso- inalcanzable.
Para la historia que ahora escribo, necesito nombres. Para Julieta... Juliet siempre será Juliet. Para Romeo, la "h" por ortografía.

>>Homero no puede olvidar a Romina. Le gusta pensar que s edebe a que ella aún estima los buenos momentos que vivió con él, tanto como él los aprecia y los añora. Bueno, si eso le funciona... En su necedad, Romina era el amor de su vida, no importaba que ella le hubiese engañado más de una vez, que al mismo tiempo lo celara, que hubiese sido ella quien terminara la relación.
Tal vez es por ello que por más que sonría, por más que se divierta y por más que gane dinero, Homero no vive. Entre canciones rancheras, de arraval y para cervezas "de refil", sigue sin pasársele la amargura.
No fue hasta una tarde plomiza de abril que Juliet apareció en la historia. Para Homero la imagen de la chica del cabello hasta el mentón cubierto por el sombrero rojo y el rompevientos color uva, le era un cuadro que le habría gustado colocar en su estante. Lo primero que acaparó su mirada de almendra fue su cara de corazón empapada y su tarareo de "Hunter" de Dido. A ella, una mancha de un verde vivo en su cuello que el sweter azul marino no lograba ocultar. Le pareció divertido, original...
El Destino hizo el resto: frecuentemente se encontraban en la parada del camión, en la avenida, frente a la iglesia de la colonia. Y llegó el día en que Juliet, temiendo hartarse de su juego con Homero sin llegar a conocerle, se aventuró:
-¿No tienes trabajo hoy?
Podría pensarse que era una pregunta tan personal como impropia, y en efecto lo era, pero luego de dos semanas de verse las caras y adivinar sus rutinas, inclusive la questión parecía sobrada.
Así empezó todo. Lo que en un inicio fue una casualidad cotidiana (sus encuentros y coincidencias), pasó a ser una cotidianidad deliciosa por nueva, por fresca e intrigante. A Homero le entusiasmaba escuchar la risa tan libre como el agua de un río de Juliet, la veía tan dedicada a ser ella, que no reparó en cuánto le mostraba de sí mismo. Con el devenir de los días, aún cuando él ahblase con franqueza y detenimiento acerca de sí, Juliet percibía secretos, fantasmas más encerrados a la fuerza tras la expresión alegre y un tanto infantil. La primera alarma, se dio cuando Juliet le preguntó por qué siempre tenía una mancha de pintura en cierta área de su cuello... algunas veces era verde, otras amarilla, otras blanca... Homero evadió la pregunta haciéndole el amor a Juliet aquella vez, y ella había olvidado que había intentado indagar sobre esa cuestión hasta el día siguiente en que Homero tenía una mancha de color rojo. Mas no intentó de nuevo aclarar el tema, algo en su instinto le decía que era mejor callar.
La segunda alarma, la definitiva, ocurrió gracias al comentario serio de Juliet acerca de sentir a Homero forzar ciertas emociones, no sentirlas. Al plantear el asunto, él se preocupó. En verdad no sentía todo lo que manifestaba con tanto empeño. El que Juliet lo hubiera percibido lo asustó sobremanera: llegaría tarde o temprano a la verdad. Tanto fue su terror, que se alejó de ella rotundamente, sin llamarle, sin dejarle recados por internet. Nada.
Juliet se cansó a los días de no tener noticia, de sentirse usada, engañada y además con la duda. Las mujeres podemos controlar la rabia y el despecho, pero no la incertidumbre. Se presentó en su casa, no tuvo que tocar el timbre porque la puerta estaba abierta, pero sí debió pronunciar su nombre en su busca. Llegó hasta el corredor donde charquillos de agua indicaban el camino a seguir. Juliet, en su inconsciente inocencia, siguió el juego en silencio; se detuvo frente a la puerta del baño, giró la perilla y asomó la cabeza. No había una línea de luz; tanteando la pared, halló el interruptor y lo cambió de dirección para iluminar su entorno.
Frente a ella, dándole la espalda, estaba un hombre desnudo y de pie en una tina inmensa, cubierto de pintura azul. Tendría los ojos estrechados porque permanecía inalterable, con la cabeza agachada y hadeando pausadamente cual bestia. Juliet miró la tina semillena de pintura blanca, y comprendió...
Sin decir nada, empezó a desvestirse. Homero dio media vuelta cuidándose de no caer; a pesar de su sorpresa, tampoco dijo palabra alguna, ni siquiera cuando ella introdujo sus pies en la tina, se sumergió hasta el cuello en su color, lo besó en los labios con una tristeza que amenazaba con estallar -que él pudo sentir en su boca temblorina- y lo estrechó con fuerza. Él la abrazó con sus brazos protectores y la sostuvo contra su pecho. Respiraban al mismo ritmo. Pero Juliet necesitaba saber, necesitaba callar las voces en su cabeza que le atormentaban con sus posibles errores y sus aciertos... Necesitaba saber.
-Puedo enamorarme de ti... Puedo quererte así, no me importa cuál color uses. ¿Por qué tú no puedes quererme por eso? ¿Por qué tienes que buscarla en mí?
Su voz se ahoga al compás del llanto que emana del brillo de sus ojos derrotado. Homero no hace nada... la ve resquebrajarse, la escucha derrumbarse, y aún sabiendo que es él quien puede pausar la escena, deja la cinta correr...>>

¿Por qué? Porque nuestra generación no está hecha para querer. Nuestra generación prefiere vivir lo bueno y después separarse, antes de aventurarse a averiguar si hay algo mejor o vendrá una catástrofe. Preferimos la tristeza y la soledad, preferimos que nos digan "tiene mal de amores" a "está enamorado" (equivalente a "está idiotizado"). Y la gran mayoría prefiere a los que hueren y a los heridos, que a los tenaces, que a los que soportan y luchan, que a los valientes.
Nuestra generación no está hecha para querer, porque "nuestra" gente tiene miedo, le gusta tener miedo, y no se le ve atisbos de intentar dejarlo atrás.